En la voz de los docentes Isabel Puerta y Luis Fernando Builes (3)

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Nuestro tema de hoy: En la búsqueda de caminos diferentes al castigo

Los adultos todavía justifican el castigo diciéndoles a los niños: “lo hago por su propio bien”. Y argumentan, a manera de demostración, que a ellos también los castigaron y gracias a eso ahora son personas de bien. Pero las evidencias científicas demuestran que el castigo dista mucho de ser un recurso formativo. Siendo así, ¿por qué ha perdurado en el tiempo? ¿qué otros recursos existen para reemplazarlo?

“En la búsqueda de caminos diferentes al castigo” es el nuevo podcast de Justicia Escolar, que invita a la reflexión sobre el castigo a través de las voces de nuestros expertos en Justicia Restaurativa Isabel Puerta y Luis Fernando Builes, docentes de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.

Luis Fernando Builes explica que el castigo ha estado inmerso culturalmente “debido a la falta de apertura mental de algunos integrantes de la comunidad educativa para comprender que en la escuela lo que debe privilegiarse es la formación integral; y también, a la falta de apertura para comprender que del error propio y del error de los otros se aprende”.

Según Isabel Puerta, el castigo se ha vuelto una fórmula omnipotente en la escuela, “de tal manera que, si se les dice a los maestros que ya no habrá más castigo, sienten que se derrumban como figura de autoridad. Ese es un imaginario muy difícil de sustraer. Nosotros lo hemos ensayado en espacios donde hablamos de una escuela sin castigo y hemos recibido enojos de directivos docentes que hablan de cómo se nos ocurre plantear ese tema”, asegura Isabel.

Vea el primer podcast “El lugar de la justicia en la convivencia escolar”

Vea el segundo podcast “Los principales aportes de la Ley 1620 a la justicia escolar”

Pero el castigo no es efectivo ni formativo. Entre los argumentos que citan los expertos para un no rotundo al castigo están los siguientes: el castigo victimiza, por eso, la persona castigada al sentirse víctima no se responsabiliza de sus actos, lo que puede generar reincidencia al no haber conciencia del daño que se está haciendo. El castigo refuerza la heteronomía de los sujetos porque obran si no los ven y se abstienen cuando saben que los están viendo, haciendo que no sean lo suficientemente autónomo para asumir sus decisiones y responder por ellas. El castigo produce chivos expiatorios, porque culturalmente alguien tiene que pagar por lo que se hizo, y no siempre el que la hace la paga y el que la paga la hace.

Para Luis Fernando, algunas personas se han quedado en el principio de retribución, donde el mérito debe ser premiado y la culpa castigada. “El castigo se ha justificado por su pretendido carácter expiatorio, es decir, ‘el que la hace la paga’, y se explica porque la falta genera culpa, la culpa genera castigo, y el castigo siempre es explicable, justo y necesario para borrar la injusticia de quien se haya en culpa”.

Es erróneo considerar que el castigo es la única respuesta frente al error o la falta. Isabel afirma que la justicia punitiva debe ser el último recurso en el marco de los conflictos y las violencias. “Pregúntese usted, como docente o directivo, cuáles son las salidas posibles para que ese estudiante logre aprendizajes para la vida y con seguridad encontrará la justicia restaurativa como respuesta. La justicia retributiva, sancionatoria o punitiva, lo que hace es doblegar al sujeto, someterlo, hacerlo perder su autoestima y ponerlo en un tránsito difícil porque le está cayendo todo el peso de ese error encima con el señalamiento y estigmatización de todos. No queremos un sujeto en esas condiciones sino a un niño o una niña que comete el error y con valentía dice que lo hizo y, a partir de ese reconocimiento, se entra a mirar cómo lo puede reparar sin necesidad del castigo”.

Igualmente es erróneo pensar que el castigo es la única respuesta frente al presunto delito. En esas circunstancias, la mayoría de la comunidad educativa clama porque se expulse al estudiante infractor, quede en manos de un juez o un fiscal y le caiga todo el peso de la ley. “Un niño que está iniciando su vida y que cometió un error en materia grave, tiene que tener una oportunidad para resarcir el daño, aprender de ese error y saber que su proyecto de vida puede continuar. El encierro y la cárcel no son la forma más adecuada cuando la escuela tiene herramientas como la justicia restaurativa, que permiten que el niño pueda avergonzarse para avanzar en su proceso, reconocer que causó dañó a alguien y que no tiene razón para hacerlo, porque puede convivir con el otro sin necesidad de violencia”, asegura Isabel Puerta.

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