“Adolescencia”: una alarma encendida para madres y padres

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La serie Adolescencia, disponible en Netflix, es un grito sordo que interpela a las familias, en especial a los padres. A través del caso de Jamie, un adolescente que termina acusado de un asesinato escolar, la serie desnuda una verdad incómoda: muchos padres creen conocer a sus hijos, pero no los están escuchando y cuidando.

Jamie crece en un hogar aparentemente funcional. No hay abusos evidentes ni violencia explícita. Sin embargo, la serie muestra con sutileza cómo la indiferencia emocional, la desconexión afectiva y la falta de escucha pueden ser tan devastadoras como los gritos o los golpes. Mientras sus padres se sumergen en sus propias rutinas, los signos de alerta —el aislamiento, el silencio, la pérdida de interés— pasan desapercibidos. Jamie se derrumba en silencio, sin que sus padres lo noten.

Esta forma de “presencia ausente” es uno de los problemas más comunes en la crianza contemporánea: estar cerca físicamente, pero lejos emocionalmente.

Los padres opinan

Desde Educalidad, consultamos a varios padres y madres sobre su percepción de la serie y el vínculo que tienen con sus hijos, especialmente en relación con el entorno digital.

Carlos Dueñas comparte: “Lo que más me impactó fue darnos cuenta de cuántas cosas desconocemos de nuestros hijos en la adolescencia. Me preocupa el impacto de la tecnología. Porque ya ni siquiera sabemos si están más seguros en la calle o encerrados con el celular y las redes sociales a la mano”.

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“Adolescencia”: una alarma encendida para madres y padres

El error de suponer que todo está bien

Muchos padres cometen el error de asumir que si no hay problemas visibles, entonces no hay problemas. Adolescencia desmonta esa idea. Jamie no habla, pero sufre. No pide ayuda, pero la necesita. No agrede, pero se va desmoronando por dentro. Y cuando finalmente actúa, lo hace desde el dolor acumulado y la desconexión total.

Psicólogos y educadores advierten que esta generación de adolescentes enfrenta niveles crecientes de ansiedad, depresión, aislamiento digital y exposición a discursos radicales en línea. La mayoría de estos procesos ocurren fuera del radar de los adultos responsables.

Elizabeth Dueñas, madre de familia, relata su experiencia: “Cuando mi hija empezó a usar redes sociales, cambió su comportamiento. Se volvió más agresiva, más irritable. Ahí entendí que debía tomar medidas. Acordamos horarios, tengo acceso a su celular y reviso con quién habla. Intento construir una relación basada en la confianza”.

Límites con afecto, no con control

La serie también plantea un dilema cotidiano: ¿cómo equilibrar los límites necesarios con una relación de confianza? Jamie no habla con sus padres sobre lo que le preocupa: su identidad, sus temores, sus dudas. Encuentra en las redes y en discursos extremistas la validación que no encuentra ni en casa ni en la escuela.

En muchos casos, los padres reaccionan desde el miedo, la sorpresa o la culpa, pero no desde un vínculo genuino y constante. La autoridad se vuelve control; la cercanía, una formalidad sin afecto.

Carolina Ortegón, otra madre entrevistada, lo expresa así: “Los padres nos pasamos trabajando y en otras actividades. Me siento capacitada en expresar los peligros que puede haber en los medios digitales pero nosotros no podemos estar al ritmo de los avances de la tecnología por todas nuestras ocupaciones”. 

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La necesidad de acompañar

Adolescencia no busca culpar a los padres, pero sí los interpela. La serie deja en evidencia lo difícil que puede ser para un adolescente sentirse visto cuando sus emociones son corregidas o ignoradas en lugar de ser comprendidas. El verdadero desafío es acompañar, escuchar, observar y preguntar sin invadir, censurar o castigar. Especialmente —y con mayor urgencia— cuando el hijo se muestra distante, desafiante y rebelde.

En tiempos donde las redes sociales, la ansiedad y la soledad son parte del paisaje cotidiano de los adolescentes, el rol de la familia como refugio emocional se vuelve crucial. La serie recuerda que lo más importante que puede ofrecer un padre o una madre más que respuestas, es presencia emocional. Estar ahí, de verdad.

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