Por: Alvaro Duque Soto*
El enésimo enfrentamiento en redes entre el presidente Gustavo Petro y el gobernador de Antioquia, Andrés Rendón, este fin de semana, sobre la entrega de unas ambulancias es una representación casi perfecta del problema.
El presidente dijo el sábado 24 de mayo muy temprano, en un mensaje en X, “Se acaban de entregar 23 ambulancias, llegarán 13 más a los municipios de Antioquia”. El mandatario regional lo rebatió nueve horas después: “Uy, Presidente, qué penoso decirle que lo que usted presenta hoy como una gran entrega es un reencauche: en realidad las ambulancias están en uso desde 2023 y la Gobernación puso más de la mitad de los recursos”.

A ambos mensajes les siguieron miles de publicaciones con documentos que pretendían dar la razón a uno y otro, que nos dejaron a la mayoría de los ciudadanos con una sola certeza: la incertidumbre sobre lo que realmente sucedió.
Esta situación en buena medida corresponde a la saturación informativa, que recientemente no está apareciendo de modo accidental, sino que es el resultado de la intención deliberada de diversos actores, en una de las manifestaciones más frecuentes del DI.
Nueva forma de totalitarismo digital
Se trata de una “censura al revés”, que, sin necesidad de leyes represivas, logra el mismo fin que el autoritarismo explícito: la autocensura y la retirada de ciudadanos de las deliberaciones públicas.
No se trata de una saturación accidental que surge de la democratización informativa que permite que millones de personas puedan publicar simultáneamente. Estamos hablando de una estrategia deliberada que explota esa abundancia. Los actores maliciosos no crean toda la información, pero sí aprovechan el caos existente para insertar narrativas específicas, ampliar divisiones naturales y dirigir la atención hacia donde les conviene.
También te puede interesar: https://razonpublica.com/detector-humo-desorden-informativo-5-57-los-algoritmos-nos-controlan/
Es una maniobra que bien puede incluirse entre las nuevas formas de autoritarismo digital: en vez de ocultar un hecho, se busca ahogarlo en un océano de ruido hasta desvanecerlo y quitarle valor. Puede ser más grave que la ocultación directa, pues ataca no solo nuestro acceso a la información, sino nuestra capacidad misma de pensar, lo que genera una parálisis cívica y un cinismo universal que es mucho más difícil de contrarrestar.

Tácticas de estridencia
El firehosing, o “manguera de falsedades”, es una técnica descrita por Rand Corporation en 2016 al detallar las formas de propaganda usadas por el gobierno de Putin en Rusia. Consiste en bombardear con mensajes contradictorios, falsos o irrelevantes a través de múltiples canales.
El flooding opera con una lógica diferente: inundar el ecosistema con un volumen tan masivo de mensajes repetitivos o irrelevantes, que la atención de los receptores se sobrecarga, lo que lleva a que se bloqueen la deliberación y la comunicación. Ocurre cuando, por ejemplo, una empresa, ante una noticia negativa, atiborra las redes con comunicados de prensa, noticias positivas insulsas y testimonios, para que pierda visibilidad la información original.
También te puede interesar: https://educalidad.com/educalidad-en-la-semana-de-la-ami
Una tercera técnica es el astroturfing, un término para describir campañas que simulan apoyo popular espontáneo (de grassroots), pero son orquestadas por intereses ocultos, como empresas o gobiernos. AstroTurf es una marca de césped artificial. Por eso, el término pretende contrastar el auténtico movimiento de base (grassroots) con uno artificial (astroturf).
A diferencia del firehosing, en donde el bombardeo de información para confundir procede de arriba, el astroturfing crea la ilusión de apoyo desde las bases, cuando los reales impulsores de las campañas son otros. Un claro ejemplo son los llamados “Mercenarios digitales”, según lo documentó hace unos años el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP).
El smearing (del inglés to smear, manchar, difamar) es otra técnica antigua que se ha multiplicado en la era digital. Busca llenar el espacio informativo con ataques personales y saturar las discusiones con ruido emocional, de manera que se vuelva muy difícil enfocar las deliberaciones en lo sustancial. Las elecciones presidenciales de 2024 en México estuvieron plagadas de casos.
Abrumar hasta agotar
Una mención aparte, considerando que estamos próximos a iniciar el calendario electoral en Colombia, merece el Gish Gallop (galope de Gish), que es una táctica de saturación que aparece sobre todo en los debates políticos y que debe su nombre a Duane Gish (1921-2013), un bioquímico estadounidense que se convirtió en el principal polemista del movimiento creacionista –que rechaza la teoría de la evolución por considerar que contradice el relato bíblico de la creación.
Entre los años 1970 y 1990, Gish participó en cientos de debates públicos donde enfrentaba a científicos evolucionistas con una estrategia peculiar: en lugar de presentar argumentos sólidos, descargaba ráfagas de afirmaciones técnicas, citas sacadas de contexto y objeciones menores en rápida sucesión.
El efecto era desconcertante: mientras el científico que estaba al frente intentaba refutar metódicamente un punto, Gish ya había esgrimido muchos más. Para el público no especializado, la velocidad y el volumen de sus intervenciones creaban la ilusión de dominio, aunque sus argumentos fueran fácilmente rebatibles con tiempo y calma. La táctica fue bautizada “Gish gallop” por la bióloga Eugenie Scott, que planteó cómo convertía esos debates científicos en ejercicios de agotamiento.
Lo relevante es que este método –nacido de la batalla entre ciencia y fundamentalismo religioso– hoy contamina discusiones públicas sobre cambio climático, vacunas o política. Y, claro, las redes sociales. Cuando un influencer lanza diez “datos” dudosos en un minuto o un político enumera “logros” sin permitir réplica, están usando la misma lógica: no buscan convencer, sino abrumar.

Fatiga empática
En un libro bellísimo, ganador del Premio de Ensayo Cuadernos de Laberinto, El dolor de los otros, la investigadora española Dolores Conquero aborda una paradoja de nuestro tiempo: nunca habíamos estado tan expuestos al sufrimiento ajeno, pero esta exposición constante no nos ha hecho más empáticos sino más fatigados.
Conquero analiza cómo, desde Vietnam –la primera “guerra de salón”– hasta las imágenes diarias de conflictos actuales, nuestras pantallas se han convertido en ventanas a un museo infinito de tragedias humanas.
Esta exposición genera lo que los psicólogos llaman fatiga por compasión: un mecanismo de supervivencia donde el cerebro, saturado de estímulos dolorosos, se desconecta emocionalmente para protegerse. Como documentó Alfons Cornellá al acuñar el término infoxicación, esta sobrecarga abruma, cansa y desemboca en problemas que afectan la salud mental.
Los manipuladores han aprendido a explotar esta fatiga natural. Una imagen real de víctimas en Gaza genera respuesta empática genuina, pero también agotamiento emocional. Una hora después, aparece un deepfake de supuestas víctimas en otro conflicto. Para un cerebro ya saturado, ambas imágenes producen el mismo efecto: el deseo de desconectar.
En países como Colombia, esta dinámica ayuda a explicar por qué la “evasión de noticias” alcanza a cerca la mitad de la población. Ante tanto sufrimiento real y fabricado, los ciudadanos se desconectan para protegerse.
El lado oscuro de todo esto es que al huir de la deliberación quedan más vulnerables, pues un público que ya no consume noticias es presa fácil de quienes controlan los pocos mensajes que sí logran penetrar su coraza de indiferencia. De ahí que la fatiga individual puede tener consecuencias negativas en las democracias.
Parálisis democrática
La censura clásica es visible. Crea símbolos de resistencia, genera indignación, alimenta la búsqueda clandestina de verdad. Esto no sucede con la saturación informativa, que no busca persuadir al público sino “desorientarlo, confundirlo y hacer que desconfíe de todo”, como ha planteado Jonathan Rauch al estudiar los efectos de las formas discursivas del presidente Donald Trump.
El daño se presenta como una reacción en cadena en tres fases. Primero, la sobrecarga provoca el “síndrome de fatiga informativa”, que paraliza nuestra capacidad analítica (Ver infografía los efectos de la saturación informativa).
En segundo lugar, esta parálisis promueve una desconfianza universal: a diferencia de la censura, que nos enseña a desconfiar del poder, la saturación nos hace dudar de todo –medios, ciencia, instituciones y hasta de nuestra propia capacidad de discernimiento. Nos refugiamos en el cinismo y en la creencia de que la verdad es inalcanzable. O, por lo menos comienzan a pensar que todo es tan confuso que nada vale la pena.
Finalmente, esta desconfianza no produce resistencia, como lo haría la censura, sino apatía. Agotados, simplemente terminamos por desconectarnos.
En su libro, Conquero plantea que cuando el dolor se vuelve ubicuo, perdemos la capacidad de responder a cualquier dolor. Aplicando esto al sistema democrático, podemos decir que la saturación genera indiferencia masiva, que es el caldo de cultivo perfecto para las crecientes formas de autoritarismo.
Navegar en la niebla
El cruce entre Petro y Rendón sobre las ambulancias nos enseña que el exceso de información no nos acerca a la verdad, sino que la diluye. Ante este panorama, la solución no es la desconexión total, que nos deja vulnerables, sino aprender a consumir información de manera más crítica
El primer paso es entender la estrategia del adversario: cuando la saturación nos hace dudar de todo, ganan quienes prefieren una sociedad demasiado cansada para exigir la verdad. Antes nos ocultaban los hechos; ahora, el objetivo es ahogarnos en datos hasta que renunciemos a encontrarlos.
Entonces, ¿cómo se navega en esta niebla? Desde la alfabetización mediática e informacional pueden seguirse tres acciones concretas y eficaces:
La regla de las 24 horas. Ante una noticia que provoque una fuerte reacción emocional –indignación, miedo, euforia–, espere un día antes de compartirla o darla por cierta.
La triangulación de fuentes. Nunca se fíe de un solo canal. Verifique cualquier dato o afirmación importante con al menos tres fuentes independientes y, si es posible, de distinto enfoque ideológico.
El ayuno informativo. Designe períodos específicos del día o de la semana para desconectarse por completo del flujo de noticias. Así, puede crear el espacio mental necesario para procesar, analizar y poner en perspectiva la información ya consumida.
En un entorno creado para abrumarnos, aplicar la paciencia, la verificación y la reflexión deliberada es una forma de reclamar el control sobre nuestra propia atención y, con ello, nuestra capacidad de participar en la democracia de una manera informada y consciente.
*Ph.D. en Ciencia Política de la Universidad de Turín (Italia). Ha sido docente e investigador de temas de comunicación política, periodismo y educación mediática e informacional. Miembro del equipo Educalidad.




































