El 28 de junio de 2022, la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición presentó su informe final titulado “Hay futuro si hay verdad”. En conmemoración de este importante acontecimiento, Educalidad entrevistó a la comisionada Lucía González. Con un enfoque en la educación, Lucía reflexionó sobre el impacto y legado del informe, dos años después de su publicación.
¿Cuál fue su rol en la Comisión de la Verdad?
“La Comisión estuvo compuesta por un equipo de once comisionados. Todos teníamos la responsabilidad sobre el Informe Final, pero cada uno tuvo un énfasis o se especializó en algunos de los temas según sus conocimientos e intereses. Esta fue una comisión apoyada por un equipo muy grande de personas. Llegamos a ser más de mil personas desplegadas en todo el territorio nacional. Yo tuve a mi cargo la zona del Magdalena Medio, pero mi trabajo más consistente, en el que me empeñé por mi experiencia, fue la cultura.
“Nos preguntamos qué aspectos de la cultura han permitido que el conflicto armado se haya arraigado en Colombia de manera tan profunda y difícil de erradicar. También analizamos el daño cultural causado por el conflicto armado y nos preguntamos cuál es el papel del arte en las comunidades y cómo se ha logrado la sanación a través del arte”.
¿Qué destaca del Informe desde un enfoque educativo?
“No se trató de construir un relato de la tragedia sino de hacer unas recomendaciones, es decir, de encontrar un camino de salida. En ese sentido, el Informe de la Comisión de la Verdad es un acto pedagógico. Es poder comunicar, movilizar y animar a la ciudadanía a pensarse en el marco de este conflicto. Es pensar en responsabilidades y en las posibilidades de construir caminos para la paz.
“Todo en esencia tiene que ver con la educación. Respecto a la básica, secundaria y superior, creo que el capítulo más importante es el cultural (‘Hallazgos y Recomendaciones’), porque nos interpela directamente y tiene que ver con la manera en que hemos construido los valores, principios y formas de relacionarnos en el territorio. Tiene que ver con la valoración que hacemos los unos de los otros.
“Todas esas actitudes, expresiones, valores y relaciones van constituyendo un ámbito de convivencia o un ámbito de violencia.
“También es importante para la escuela trabajar el capítulo ‘No es un mal menor’, sobre las violencias en el marco del conflicto armado contra los niños, niñas y jóvenes. Este capítulo da cuenta de cómo el sistema educativo puede realmente ser protector y cómo el país, el estado y el gobierno tendrían que fortalecer esos vínculos de protección, especialmente en los territorios más lejanos.
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“Hay que decir que muchas veces los mismos maestros se han sentido abandonados en territorios donde ellos son la protección de esos niños. Igualmente, es importante mencionar que el capítulo ‘Mi cuerpo es la verdad’, sobre las violencias de género, hay una reflexión significativa sobre cómo educar en una noción mucho más generosa y más amplia de género. Es decir, que haya respeto por la diferencia a las mujeres, a los hombres, a la población LGTBTQ. Porque lo que vimos es que la guerra se exacerba, potencia aquellas cosas que en la vida cotidiana no hemos terminado de resolver. Si en la vida cotidiana no hay respeto por la mujer, pues en la guerra va a haber una violencia exagerada sobre las mujeres”.
¿Cuáles hallazgos destaca del Informe?
“Fue importante descubrir que hemos construido una noción del otro muy limitada y llena de estigmatizaciones. Nosotros no tenemos una noción generosa de los otros. Tenemos muchas dificultades para construir un otro que es igualmente valioso, que tiene igual dignidad que nosotros.
“Eso tiene que ver mucho con la educación. Sobre todo, la dirigencia de este país se ha formado en colegios privados con ámbitos muy reducidos, donde no es posible ver otros actores. Difícilmente una escuela de niños ricos tiene niños pobres. Una escuela de niños blancos rara vez tiene niños negros o niños indígenas.
“Este es un país que ha sido clasista y racista históricamente y esas son dos nociones desde la colonia. Fue un país pensado desde las élites y con un desprecio o desconocimiento sobre la riqueza de otras etnias. En ese sentido, hicimos una recomendación precisa a la educación: educar en el valor de la diferencia “La gran riqueza de Colombia es la diferencia. Somos múltiples culturas, múltiples climas, múltiples geografías, múltiples etnias, pero aquí la diferencia se ha convertido en un conflicto. Vemos en el otro distinto un enemigo. Entonces, educar en reconocer y valorar la diferencia es una tarea que tiene que ayudar a hacer la escuela y hacerla desde muy pequeños.
“También hay que mencionar la naturalización del conflicto armado. En el país nos hemos acostumbrado a él, ya contamos los muertos como números, no como seres humanos”.
¿Qué otras recomendaciones se le hizo a la educación?
“Otra recomendación que le hicimos a la escuela es enseñar a deliberar. Este es un país donde pensar distinto es difícil. Expresarse y expresar ese pensamiento distinto, diverso, hace que te sentencien, condenen, critiquen. Es importante que nos eduquen a disentir, a discutir con altura. A saber que es el pensamiento del otro, divergente, distinto, el que nos enriquece. Esa es una tarea que la escuela aún no ha abordado.
“Por último, es importante que el conflicto que hemos vivido se reconozca, sea debatido y comprendido en la escuela. A mí me impresiona enormemente haber pasado todos los años de mi vida en un colegio y en una universidad donde nunca se nombró el conflicto armado. Ningún profesor, ninguna materia se tomó la tarea de explicarme que estábamos viviendo en el marco de un conflicto armado que determina todo en nuestras vidas.
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“La reflexión no es porque haya que conocer el relato del conflicto armado como un relato trágico. Es porque es necesario entender qué nos está pasando, qué es lo que nos impide resolver de manera pacífica los conflictos”.
¿En qué ha avanzado el país estos dos años del legado?
“El país ha ido tomando conciencia de que la guerra no es un asunto de unos malos que se enfrentan con unos buenos. También, que la guerra es un asunto que se cuece, se cocina desde la vida cotidiana de todos nosotros y nos atraviesa a todos.
“Ahora hay mucha más conciencia de que no se trata de eliminar al otro. Pero todavía no hemos resuelto los asuntos de fondo. Nos falta mucha comprensión, entender qué es lo que hace posible el conflicto armado, los conflictos de todo tipo, las violencias, para poder entender qué es lo que hay que resolver.
“Además, tuvimos la fortuna de encontrar un gobierno cuyo plan coincide en muchos aspectos con las urgencias que el país tiene”.
¿Alguna mención especial tras los resultados del Informe Final?
“A los maestros, gracias. La gran mayoría hace un esfuerzo infinito. Tengo todo mi reconocimiento, sobre todo a aquellos que viven en los territorios del conflicto armado”.