Asociados a conductas de agresión física y psicológica, ambas situaciones requieren de la intervención de adultos que están en el seno familiar y educativo de los afectados. Los datos de un reciente informe sobre el tema.
Según UNICEF, los conceptos de acoso escolar y bullying son sinónimos, y definen “la conducta de persecución física y/o psicológica que realiza un estudiante contra otro de forma negativa, continua e intencionada”. Se trata, principalmente, de agresiones físicas o verbales, exclusión social, acoso sexual; y derivaciones de ellas como extorsión, robos, difamación, creación de rumores, de acuerdo a la agencia. En tanto, el ciberacoso o ciberbullying es “una variante del acoso que se produce a través de internet. El acosador tiene sensación de anonimato y las consecuencias son más difíciles de evaluar”, según detallan desde UNICEF.
En ese sentido, la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) emitió un documento sobre bullying, acoso escolar y ciberbullying en el que destacó que estas situaciones requieren de la intervención de las personas adultas, especialmente de los cuidadores de los niños, niñas y adolescentes (NNA, por las tres iniciales) involucrados, los docentes, los equipos de orientación escolar o de los gabinetes psicopedagógicos, y el personal directivo de la institución educativa.