En Colombia, y en muchas partes del mundo, el resurgimiento de políticas nacionalistas ha encontrado terreno fértil en el miedo, la desinformación y la precarización de las condiciones de vida. Con discursos de soberanía y defensa del “orden”, los gobiernos y líderes políticos de la derecha han desmantelado principios esenciales de convivencia. Impulsan un relato que convierte al migrante en enemigo, a la diferencia en amenaza y al desacuerdo en traición. En este contexto, la educación crítica para la paz no es solo una necesidad, sino un acto de resistencia.
Desde la firma del Acuerdo de Paz en 2016, Colombia ha vivido avances y retrocesos en la construcción de una sociedad más justa y menos violenta. Sin embargo, la paz no implica únicamente el silenciamiento de las balas, sino también el desmonte de las violencias estructurales que se sostienen en discursos de odio y en la marginación de poblaciones vulnerables. Migrantes, comunidades indígenas, afrodescendientes, mujeres y personas LGBTIQ+ han sido, históricamente, quienes más han padecido el peso de estos sistemas de exclusión.
El discurso nacionalista se convierte en una trampa peligrosa cuando se desborda en xenofobia, clasismo y autoritarismo. En el caso colombiano, hemos visto cómo sectores políticos han instrumentalizado la crisis migratoria venezolana para justificar medidas de represión y exclusión. El migrante es reducido a una cifra en los debates de seguridad, mientras se ignoran las condiciones de explotación laboral y la discriminación sistemática que enfrenta.
Es aún más preocupante la forma en que algunos sectores en Colombia han replicado el discurso xenófobo y ultraconservador de figuras como Donald Trump, aplaudiendo sus políticas de persecución contra migrantes y repitiendo, casi sin matices, sus ataques contra los derechos de las minorías. No deja de ser paradójico que quienes se declaran fervientes defensores del “orden” y la “soberanía” sean los mismos que siguen con sumisión cada palabra de un líder extranjero que representa el desprecio por América Latina y por cualquier modelo de sociedad inclusiva.