Es ser capaz de convertirnos en objeto de nuestro propio análisis, revisando con tranquilidad, profundidad y objetividad lo que hacemos y su impacto en nuestro entorno. Una de las características de vivir con conciencia es la autocrítica o reflexión, que podemos entender como esa «competencia de inteligencia intrapersonal que muestra la capacidad para reflexionar sobre nuestros propios actos y comportamientos, y juzgarlos para hacer correcciones o eliminar los fallos detectados» (Noelia Bermúdez).
Es ser capaz de convertirnos en objeto de nuestro propio análisis, revisando con tranquilidad, profundidad y objetividad lo que hacemos y su impacto en nuestro entorno.
Sin embargo, existen dos actitudes que obstruyen esta posibilidad de autoanálisis: la soberbia, que nos lleva a creer que todo lo que hacemos está bien y nos ciega ante los datos y las tendencias que muestran cómo estamos desempeñándonos; y el pesimismo, que nos lleva a creer que todo lo que hacemos está mal, impidiéndonos reconocer nuestros logros, éxitos y aciertos. Para que la autocrítica cumpla su rol en el proceso de crecimiento personal, se requiere desarrollar ciertas habilidades:
Capacidad de análisis: saber describir la realidad con objetividad y comprender las relaciones de causalidad y efecto presentes en los acontecimientos que revisamos.
Optimismo: no se trata de irrealismo, sino de creer en lo que somos y hacemos. Ser optimista implica ser capaz de descubrir lo bueno que está sucediendo en nuestra vida sin miedo ni vergüenza.
Apertura al diálogo: reconocer que no somos dueños de la verdad y estar dispuestos a escuchar los análisis y las interpretaciones que otros hacen. Es importante atender las manifestaciones de los demás, escuchando a todos, no solo a aquellos que piensan igual que nosotros y por lo tanto dicen lo que queremos escuchar.
Reflexión-acción: no basta con reflexionar, también es necesario plantearnos tareas y actuar. No podemos quedarnos únicamente en análisis teóricos.