Detector de humo: Contra el desorden informativo (25): Mapas que mienten

0
1

Por: Alvaro Duque Soto*

En su reciente gira por Medio Oriente, Donald Trump no solo cerró negocios multimillonarios –Qatar comprará 210 aviones Boeing, Arabia Saudita invertirá US$742.000 millones en armamento y proyectos, y Emiratos importará 500.000 chips avanzados de Nvidia anualmente–, sino que también sorprendió con una propuesta insólita: rebautizar el Golfo Pérsico como “Golfo Arábigo”. Irán reaccionó de inmediato tachando el gesto de “afrenta para todos los iraníes” y difundiendo un mapa histórico de la propia Biblioteca del Congreso de Estados Unidos con la denominación tradicional.

Detector de humo: Contra el desorden informativo (25): Mapas que mienten

No es la primera vez que Trump busca redibujar fronteras con palabras. El pasado 10 de mayo México concretó su demanda contra Google por implementar el cambio de “Golfo de México” a “Golfo de América” para usuarios estadounidenses. La modificación excedía el alcance de un decreto del presidente del Make America Great Again (MAGA) que solo aplicaba sobre aguas territoriales de Estados Unidos, pero fue implementada en toda la plataforma.

Estos episodios son parte de una de las caras menos evidentes del Desorden Informativo (DI): las “cartografías mentirosas”. Se trata de un fenómeno que consiste en manipular deliberadamente información geoespacial –nombres, colores, escalas, proyecciones– con el objetivo de distorsionar la percepción pública de un territorio. Su propósito va más allá de lo técnico: busca reforzar narrativas políticas, ideológicas, culturales o comerciales.

La mapaganda

Por su propia naturaleza, los mapas no son solo herramientas técnicas: son también artefactos culturales. Desde las cartografías medievales que ponían a Jerusalén en el centro del mundo hasta los mapas escolares que varían según el país, cada representación implica decisiones subjetivas. Cada línea, color o escala responde a una intención.

Precisamente por su capacidad simbólica, estética y orientadora, los mapas poseen un poder legitimador. Deciden qué territorios existen, cómo se llaman, quién los habita y quién los controla. Por eso, no sorprende que se hayan convertido en recursos frecuentes de propaganda visual, tanto silenciosa como estridente. Incluso en mapas digitales modernos, son campos de mapaganda –propaganda disfrazada de geografía.

También te puede interesar: https://razonpublica.com/detector-humo-desorden-informativo-24-desinformacion-fines-estafa/

No se trata solo de errores o imprecisiones. En muchos casos, la manipulación cartográfica es una táctica intencionada para confundir, invisibilizar o exacerbar tensiones. Como advierte el geógrafo Mark Monmonier en su libro clásico Cómo mentir con mapas: “Ningún mapa cuenta toda la verdad”. Y algunos cuentan verdades muy parciales.

Cómo los mapas nos engañan

Cada mapa expresa una narrativa singular y oculta sus propios secretos. Todos sabemos que no son el territorio mismo, pero no son pocas las personas olvidan eso y dan a los mapas una confianza que les permite convertirse en instrumentos eficaces de desinformación, muchas veces en silencio y algunas veces de forma estridente. 

Por eso, entender cómo pueden manipularnos es clave para navegar críticamente por el mundo actual, considerando que los mapas dan forma a nuestra visión del mundo.

Las técnicas más comunes incluyen proyecciones engañosas que distorsionan el tamaño de los territorios, omisiones estratégicas que eliminan zonas en disputa y usos simbólicos del color o del lenguaje para reforzar una narrativa dominante.

Estas manipulaciones pueden clasificarse en tres grandes bloques, como se muestra en la infografía que acompaña este artículo:

  1. Distorsiones inherentes a la elaboración cartográfica.
  2. Trucos en la representación de los datos.
  3. Manipulaciones intencionales con fines políticos, ideológicos o comerciales.

Conocer estos mecanismos es el primer paso para ejercer una lectura crítica de los mapas que consumimos a diario.

Detector de humo: Contra el desorden informativo (25): Mapas que mienten

Fronteras borrosas, errores costosos

La manipulación de mapas no es solo una cuestión simbólica. Tiene consecuencias reales y a veces trágicas. En conflictos internacionales, los mapas sirven para reforzar narrativas rivales. Los libros escolares israelíes muestran a Cisjordania como parte integral de su territorio, mientras que los palestinos trazan una geografía completamente distinta. En China, Taiwán se presenta con el mismo color que el continente, sin frontera visible.

La disputa territorial también se filtra en detalles menos notorios. En 2024, el gobierno de Hungría fue criticado por publicar un mapa educativo donde Rumanía aparecía reducida en 15 %, utilizando una proyección no estándar. Semanas antes, el presidente Viktor Orbán había sido fotografiado con una bufanda que mostraba el mapa de la “Gran Hungría” histórica, que abarca regiones que hoy pertenecen a ocho países vecinos.

También te puede interesar: https://educalidad.com/educalidad-en-la-semana-de-la-ami

En el mar de China Meridional, las “líneas discontinuas” de los mapas chinos, que reclaman vastas áreas marítimas, chocan con las versiones oficiales de Vietnam, Filipinas y otros países del sudeste asiático. Incluso plataformas como TikTok han sido acusadas de censurar mapas que contradicen la versión china.

Pero la distorsión no se limita a conflictos geopolíticos. También puede matar. Entre 2024 y 2025, en India, varios accidentes fatales estuvieron vinculados a errores en Google Maps. En noviembre, tres hombres murieron al caer desde un puente en construcción que la aplicación mostraba como operativo. En marzo, un conductor falleció al seguir una ruta inexistente y caer a un canal. En abril, dos mujeres murieron cuando su vehículo, guiado por la app, tomó el sentido contrario en una vía.

Estos casos revelan hasta qué punto dependemos de la cartografía digital y cómo su desactualización o imprecisión puede tener consecuencias graves, especialmente en contextos donde la infraestructura cambia rápidamente. Y dejan ver los riesgos que surgen con las nuevas tecnologías, que afectan el sentido de los mapas como instrumentos de orientación.

Detector de humo: Contra el desorden informativo (25): Mapas que mienten

La tecnología al servicio del engaño

La manipulación cartográfica no empezó con Google Maps. Lo novedoso hoy, por tanto, no es la intención, sino la escala y la tecnología, que nos pone ante la posibilidad de múltiples manifestaciones de geografía falsa, generada o manipulada para aparentar veracidad.

Los errores de Google Maps son apenas un pedazo del iceberg. La verdadera amenaza emerge con los “geo-deepfakes”, mapas e imágenes satelitales falsificados con inteligencia artificial (IA).

En julio de 2023, un mapa satelital de la frontera entre Bielorrusia y Polonia se volvió viral. Mostraba un supuesto campamento militar que, en realidad, nunca existió. Era un deepfake geográfico generado con IA para inflamar tensiones en Europa. La investigación del colectivo Bellingcat reveló que se trataba de una operación de manipulación visual orquestada desde el extranjero. Fue una señal clara: habíamos cruzado el umbral hacia una nueva era de desinformación territorial.

Hoy, no solo los gobiernos mienten con mapas. Algoritmos, plataformas y redes sociales lo hacen en tiempo real. Google Maps y Apple Maps ajustan las fronteras según la ubicación del usuario: en Rusia, Crimea aparece como rusa; en Ucrania, como ucraniana.

En un estudio publicado por la Universidad de Washington, investigadores aplicaron técnicas de IA para transformar imágenes satelitales de Seattle para que parecieran de Beijing, añadiendo edificios inexistentes o reemplazando estructuras con zonas verdes. Utilizando algoritmos como CycleGAN, crearon falsificaciones tan convincentes que resultan prácticamente indistinguibles de fotografías satelitales genuinas.

Otra amenaza, la deshumanización

Las implicaciones geopolíticas y de seguridad son profundas, al punto de que la propia Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial de Estados Unidos ha reconocido que estas falsificaciones representan una amenaza creciente para la paz mundial; que requiere nuevos enfoques de análisis forense para su detección.

Pero el problema va más allá de la falsificación visual directa, pues los mapas, al ser abstracciones, potencialmente pueden contribuir a deshumanizar, algo que podría aumentar con las herramientas digitales. Como se ha visto en guerras recientes, desde Vietnam hasta Ruanda e Ucrania, e incluso en nuestros conflictos armados locales en Colombia, las representaciones cartográficas pueden reducir poblaciones enteras a simples símbolos o zonas literalmente “apenas pintadas en el mapa”.

Ante esta doble amenaza –la falsificación y la abstracción deshumanizante facilitada por la tecnología–, es evidente la necesidad de “leer” los mapas no como reflejos objetivos de la realidad, sino como construcciones sesgadas por intereses, datos de origen y los propios algoritmos que los generan. 

Las bases para interpretar estos mapas deberían, por tanto, integrarse en los planes de alfabetización mediática para descubrir manipulaciones y contrarrestar la abstracción deshumanizadora inherente a la cartografía.

Cartografía crítica en la era del desorden informativo

Desde las “guerras por los nombres” en los mapas hasta los impactantes “geo-deepfakes” que falsean la realidad satelital, una cosa es hoy innegable: los mapas son poderosos instrumentos de influencia y, con demasiada frecuencia, de engaño. Es hora de cambiar nuestra mirada: pasar de la confianza ciega al escepticismo inteligente, como planteaba Monmonier. 

Adoptar esta visión crítica no significa declararles la guerra a los mapas; siguen siendo herramientas esenciales para orientarnos y entender el espacio. Pero sí implica asumir que todos, sin excepción, están atravesados por decisiones editoriales, intereses políticos o intenciones comerciales.

La clave está en hacerse las preguntas correctas: ¿Quién hizo este mapa? ¿Con qué intención? ¿Qué datos eligió mostrar y, quizá más importante, cuáles decidió ocultar, especialmente si huele a propaganda, a truco publicitario o a movida geopolítica? (Ver infografía sobre cómo leer un mapa).

La vieja ironía de Jorge Luis Borges en su cuento El rigor de la ciencia, sobre aquel mapa tan perfecto que se confundía con el territorio, hoy se presenta casi a la inversa: corremos el riesgo de que las múltiples versiones digitales de los mapas –simplificadas, sesgadas o directamente falsas– terminen por suplantar nuestra comprensión del territorio real. 

Donde falta un ojo crítico, la cartografía engañosa se da un festín. Así que la tarea es clara: afilar nuestra mirada para no ser crédulos consumidores de imágenes que, bajo la apariencia de objetividad, en realidad nos orientan hacia intereses ajenos.

*Ph.D. en Ciencia Política de la Universidad de Turín (Italia). Ha sido docente e investigador de temas de comunicación política, periodismo y educación mediática e informacional. Miembro del equipo Educalidad.

Artículo anterior¿Es la habitación más segura que la calle?
Artículo siguienteHomenaje a los educadores: constructores de paz
Educalidad
Educalidad es un servicio de la Corporación Liderar conformado por un equipo interdisciplinario de profesionales dedicados a contribuir a la construcción de convivencia y paz en la sociedad, empleando la educación escolar como herramienta de transformación cultural y fortaleciendo la relación familia – escuela.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí