Por: Alvaro Duque Soto*
Tras una racha histórica de 19 partidos invicta, la Selección Colombia acumula tres derrotas consecutivas en las eliminatorias, algo que no sucedía desde hace 17 años. El equipo pasó de héroe a villano en cuestión de semanas.
Mientras los aficionados se preguntan si esto es el inicio de un colapso o simplemente una mala racha, otra cuestión similar ocurre en la economía: el recaudo tributario de Colombia cayó 4,3% en 2024, marcó la primera contracción en cuatro años y dejó al Gobierno con pocos recursos para los cambios que prometió llevar a cabo. Esta ha sido una de las causas de la salida de dos directores de la DIAN y dos ministros de Hacienda.

Estos dos casos, aparentemente desconectados, tienen algo en común: ambos pueden representar un fenómeno estadístico conocido como regresión a la media, que explica por qué los extremos —ya sean positivos o negativos— tienden a equilibrarse con el tiempo.
En una era donde las redes sociales y los medios amplifican hasta la saturación cada éxito o fracaso, al presentarnos “rachas” o eventos aislados como tendencias permanentes, entender ese concepto es decisivo para interpretar mejor la actualidad y no llegar a conclusiones engañosas o alarmistas que impulsan el Desorden Informativo (DI).
El permanente retorno a la normalidad
La regresión a la media es un principio estadístico que expone cómo después de un resultado extremo, es probable que el siguiente esté más cerca del promedio. En términos simples, si algo es inusualmente alto o bajo en una medición, es probable que la siguiente medición se acerque a la media. No se trata de magia, sino de una consecuencia natural de la variabilidad en los datos: las rachas, buenas o malas, no duran para siempre.
El concepto fue planteado por primera vez por el británico Francis Galton a finales del siglo XIX. Galton, un auténtico polímata, observó que los hijos de padres extremadamente altos o bajos tendían a tener una estatura más cercana al promedio de la población. Este hallazgo no solo aplicaba a la genética, sino que también se extendía a otros campos. Galton llamó a esto “regresión a la mediocridad”, aunque hoy preferimos la expresión más neutral de “regresión a la media”.
Este fenómeno es común en la vida cotidiana. En deportes, un equipo que gana varios partidos seguidos eventualmente volverá a un rendimiento más normal. Lo mismo ocurre en la economía: si un país tiene un año excepcional de crecimiento, es probable que el siguiente año sea más modesto. Incluso en la salud, los pacientes que experimentan una mejoría drástica después de un tratamiento pueden ver que sus síntomas vuelven a niveles más habituales con el tiempo.
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En campos como la psicología y la economía del comportamiento, la regresión a la media es fundamental para entender cómo las personas toman decisiones. Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía, popularizó el concepto en su libro Pensar rápido, pensar despacio, al exponer cómo este fenómeno nos lleva a malas interpretaciones, especialmente cuando se confunde con causalidad.
Puede ser el caso entonces de que si un estudiante obtiene una calificación excepcionalmente alta en un examen, es probable que su siguiente calificación sea más cercana a su promedio habitual no porque haya estudiado menos, sino porque el primer resultado fue un extremo.
Cuando los extremos nos engañan
Este principio se ha vuelto crucial en un mundo donde las redes sociales y los medios magnifican cada racha, lo que convierte cualquier éxito deslumbrante o fracaso estrepitoso en un espectáculo viral. Y no hablamos solo de deportes o de economía. También de si un político promete salvarnos, una empresa dispara su valor en bolsa o un mensaje en X, Instagram o TikTok asegura haber encontrado la cura definitiva para algo.
Esas historias son las que más nos atrapan, se comparten a la velocidad de la luz y dominan las conversaciones públicas. Pero lo que casi nunca vemos es cómo esas rachas espectaculares tienden a volver a la normalidad, como predice la regresión a la media.
Pensemos en Javier Milei, el presidente argentino que se ha jactado de “domar la inflación” y disminuir el déficit fiscal a niveles no vistos en los últimos años. Muchos titulares y políticos de otros países lo han celebrado como si hubiera obrado un milagro económico. Sus seguidores lo alaban como un genio y los medios aumentan esa euforia. Pero la regresión a la media nos invita a mirar con lupa: ¿Es esto sostenible o solo un pico temporal? ¿A costa de qué se logró? No es cinismo, es probabilidad.
Lo mismo ocurrió con PayPal: en diciembre pasado, sus acciones subieron a 93 dólares, pero semanas después cayeron a setenta, y los titulares pasaron de hablar de un “repunte histórico” a una “crisis”, cuando en realidad era solo un vaivén normal.
El riesgo de no entender la regresión a la media es que nos tragamos estas narrativas extremas como si fueran verdades absolutas. Creemos en auges que nunca terminan o en caídas sin fondo y eso nos deja vulnerables al DI. Cada pico exagerado sin contexto nos arrastra a un caos informativo donde la realidad se pierde entre gritos y promesas vacías. Si no aprendemos a ver más allá de los extremos, seguiremos siendo peones de un juego que no controlamos.

Distinguir el ruido de la alarma
Ahora bien, distinguir cuándo se trata de regresión a la media y cuándo de algo más profundo es muy importante, pues no todos los eventos extremos son simples fluctuaciones; algunos pueden ser señales de problemas más profundos. Entonces, ¿cómo podemos hacer esa diferenciación?
Primero, toca mirar qué hay detrás. Tomemos lo de la Selección Colombia: tres derrotas seguidas en las eliminatorias de marzo de 2025 suenan a mala racha. Pero si el equipo lleva meses con problemas tácticos o los jugadores están agotados, no es solo azar, es un aviso de algo más serio. Igual con el recaudo tributario: la caída del 4,3 % en 2024 que reportó la DIAN podría ser un tropiezo pasajero en un año raro. Sin embargo, si viene de litigios sin resolver o una economía que no crece –como señaló el exministro Ricardo Bonilla–, estamos ante un problema que no se va a “normalizar” solo.
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Es necesario revisar los números con calma. Si las pérdidas de Colombia están dentro de lo que ha pasado antes en eliminatorias, puede ser una fluctuación normal. Pero si nunca habían sido tan malas en 17 años, algo está roto. En el caso de la DIAN, si el recaudo está por debajo del mínimo histórico, no basta con esperar a que suba; hay que actuar. No se trata de matemáticas complicadas, sino de comparar y preguntar: ¿Esto es raro o realmente grave?
También importa el impacto. Una mala racha en el fútbol pone nerviosos a los hinchas, pero no acaba con el deporte. En cambio, un recaudo que no repunta puede significar menos plata para hospitales o escuelas, y eso sí es un lío grande. Finalmente, hay que fijarse en el tiempo: si la Selección lleva años decayendo o el recaudo baja sin parar, estamos frente a una tendencia que pide soluciones.
La clave, en definitiva, está en no correr a gritar “¡crisis!” ni sentarnos a esperar que todo pase. Hay que ver los datos, el contexto y usar la cabeza fría para separar el ruido de las alarmas de verdad. Así, la regresión a la media no se convierte en una excusa, sino en una herramienta que nos guía –pero no nos ciega– en el DI. Más aún en la era digital.
La ilusión de los patrones en la era del big data y la IA
Con el big data (los volúmenes ingentes de datos) y la Inteligencia Artificial, los algoritmos aumentan la ilusión de que vivimos cierta tendencia y no una racha, mostrándonos patrones inexistentes e incrementando el DI.
Ya vimos con Milei o la Selección, el ruido mediático exagera las rachas y las plataformas digitales lo llevan más lejos. Un influencer fitness sube una foto con abdominales perfectos y de repente parece que todos deberíamos ser así. Pero la regresión a la media nos dice que esos momentos de “perfección” no duran: ni su fama ni su imagen son tan constantes como parecen.
Los algoritmos de las redes sociales alimentan esta obsesión: nos bombardean con más y más contenido de “perfección”, y crean la ilusión de que ese estándar es normal y alcanzable. Esto afecta especialmente a los adolescentes, que persiguen ideales irreales, a veces con riesgos para su salud.
Walter Sosa Escudero lo advierte en su libro Viajar al futuro (y volver para contarlo), la ciencia detrás de los pronósticos, los datos pueden engañar, y hoy las redes sociales y el big data a menudo nos hacen creer en patrones que no existen, lo que aumenta el caos informativo
Por eso, la próxima vez que un marcador deportivo sorprendente, una encuesta política alarmante, una euforia bursátil o un influencer en redes nos deslumbre, conviene recordar la sencilla lección de la regresión a la media: tras los picos, la realidad suele volver a su cauce. Tomar conciencia de esto nos ayuda a mirar el mundo con menos ansiedad, más prudencia y mayor serenidad. Sobre todo, contribuye a convertirnos en ciudadanos mejor preparados frente al DI.
*Ph.D. en Ciencia Política de la Universidad de Turín (Italia). Ha sido docente e investigador de temas de comunicación política, periodismo y educación mediática e informacional. Miembro del equipo Educalidad.



































