“Es importante señalar que el castigo, desde el punto de vista neurobiológico, genera una sensación de amenaza y de miedo. Eso activa una estructura ubicada en la parte media del cerebro que se llama la amígdala y que favorece unas conexiones neuronales que son desafortunadas para el desarrollo infantil. Dicho esto, la postura de muchos pediatras, muchos investigadores y sustentados en estudios científicamente validados, es que el castigo debería estar por fuera de la crianza”, comenta el pediatra Miguel Barrios.