El conocimiento crítico y constructivo de la realidad, y su evaluación desde los valores son dos silencios que deberían aparecer al lado de la formación de profesionales, ciudadanos y personas.
Los obstáculos que las instituciones de educación enfrentan con los estudiantes en las aulas no siempre son propios del sistema educativo, sino que pueden tener origen variado. Hoy quiero referirme al panorama de la salud mental de los niños y jóvenes asociado por los especialistas con el efecto de la pandemia, pero que puede tener antecedentes más complejos.
Somos seres fruto de la unión de una pareja no siempre unida por amor o con la plena conciencia de saber lo que significa formar un hogar. Desde aquí, comienza la disfuncionalidad familiar y la generación de espacios familiares tóxicos que sobrecargan a nuestros hijos. En nuestro actual sistema educativo los jóvenes han sido diagnosticados con altos niveles de ansiedad, depresión, trastornos del aprendizaje, del comportamiento y una marcada tendencia hacia el consumo temprano de sustancias con alto riesgo de adicción.