Educalidad se une a la celebración mundial de la educación. La Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 24 de enero Día Internacional de la Educación, para destacar el papel que desempeña en la paz y el desarrollo de los países; y también, cuando la comunidad internacional adoptó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, reconociendo que la educación es esencial para el éxito de los objetivos planteados.
Hoy celebramos en consenso la importancia de la educación. Pero con una gran deuda con los niños, niñas y adolescentes. Millones de estudiantes de los 194 países del mundo se han visto afectados por las decisiones que hemos estado tomando los adultos a raíz de la pandemia del COVID-19.
Después de más de 20 meses, por fin, para este mes de enero se decretó en Colombia el regreso a clases de manera 100% presencial. Nos tardamos. Estuvimos privando a los estudiantes de su derecho a la educación, consagrado en el artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La educación es un derecho humano, un bien público y una responsabilidad colectiva. Pero, en contravía de su importancia, el sector educativo fue el primero en cerrar y el último en abrir.
Niños, niñas y adolescentes dejaron de recibir los beneficios que brinda la escuela, que van más allá del aprendizaje en un salón de clase, y que tienen que ver con su protección y su salud física y emocional. Perdieron el disfrute de socializar con sus compañeros en los recreos; dejaron de contar con las comidas que les daban y que representaban para muchos la única fuente confiable de nutrición diaria; y perdieron su entorno escolar protector, lo que aumentó la violencia intrafamiliar y el trabajo infantil. Preocupa sobremanera la cantidad de niños que no retornarán al sistema educativo.
Reflexión sobre los daños causados
Organismos internacionales como Unicef, Unesco y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), han hecho múltiples llamados a los gobiernos para que brinden las condiciones necesarias para que las escuelas abran nuevamente sus puertas a la comunidad educativa. Alertaron sobre los riesgos sociales, educativos y económicos que implica mantenerlas cerradas. Por ejemplo, que las pérdidas económicas por el cierre prolongado de instituciones y la baja calidad de la educación a distancia serían de 14% del PIB mundial actual; y que la proporción de niños que no tendrían acceso a la educación o no conseguirían los conocimientos esperados sería del 70%, 17 puntos porcentuales más que antes de la pandemia.
Tenemos ahora el reto de mitigar los daños causados, como haber exacebado las desigualdades, donde los niños de hogares de bajos recursos tuvieron menos probabilidades de beneficiarse del aprendizaje a distancia, por la falta de electricidad, conectividad a internet, equipos de cómputo y el apoyo cualificado de sus cuidadores.
Especial atención deberá merecer las profundas marcas de vulnerabilidad y daños de toda índole: emocionales, relacionales, espirituales, físicos y económicos, entre otros, que nos deja la imposición de cuarentenas, aislamientos, distanciamientos sociales y confinamientos prolongados que, por la pandemia, se han producido en la población infantil y la comunidad educativa en general.
Lo hemos dicho en Educalidad: con el reconocimiento consciente y pleno de cómo hemos vivido y nos ha limitado la pandemia, podremos activar nuestras capacidades imaginativas para transformar las experiencias traumáticas, en acciones que evoquen, provoquen y convoquen el sentido profundo y esperanzador de la vida humana y sus capacidades de restauración.
Como sociedad, estamos llamados a perseguir una educación de calidad, inclusiva y equitativa para todos y donde los niños sean la prioridad. Hoy, ese es el llamado en Día internacional de la educación.