“Ni los pellizcos, ni el zarandeo, ni el jalón de orejas, ni el jalón del pelo. Ningún castigo es aceptable. No son aceptables en términos de derechos de los niños y las niñas. Lo grave de los castigos físicos es que le hacen daño al cuerpo porque generan respuestas de estrés. Sicológicamente los castigos crean sentimientos de impotencia, rabia, dolor, abandono y tristeza, de manera que hay unas consecuencias muy graves como para pensar que ‘este castigo es chiquito y que es por su propio bien’”, comenta la psicóloga María Inés Cuadros.