Detector de humo: Contra el desorden informativo (16): Cuando dos más dos no son cuatro

0
1

Por: Alvaro Duque Soto*

En los últimos meses, dos países tomaron medidas drásticas para enfrentar el impacto de la tecnología en niñas, niños y adolescentes: Australia prohibió a los menores de 16 años acceder a redes sociales, mientras que Brasil vetó los celulares en colegios públicos y privados. Ahora que empiezan a replicarse en otros sitios, estas decisiones plantean preguntas fundamentales acerca de cómo interpretamos los problemas sociales.

Detector de humo: Contra el desorden informativo (16): Cuando dos más dos no son cuatro

A simple vista, ambas iniciativas surgen de una preocupación válida sobre el deterioro del rendimiento académico y la salud mental de los menores de edad. Pero ¿es la exposición a las pantallas la verdadera causa del problema o se han buscado culpables fáciles? Sobre todo, ¿no estaremos ante nuevos ejemplos de un fenómeno que impulsa del Desorden Informativo (DI): la confusión entre correlación y causalidad?

Desenredar los conceptos

Para entender mejor este fenómeno, es necesario clarificar qué significan correlación y causalidad, dos conceptos que a menudo se confunden.

Pensemos en un ejemplo simple: cuando llueve, muchas personas llevan paraguas. Estos dos eventos están relacionados, pero no porque los paraguas causen la lluvia, sino porque la lluvia hace que las personas los usen. Esto es una correlación: dos cosas suceden al mismo tiempo, pero sin que una sea la causa de la otra.

La correlación puede ser positiva o negativa. En el caso de la lluvia y el uso de paraguas, la relación es una correlación positiva, porque cuando uno aumenta (más lluvia), el otro también lo hace (más paraguas abiertos en la calle). Podemos decir, en cambio, que hay correlación negativa cuando una variable aumenta mientras la otra disminuye. Siguiendo con el ejemplo de la lluvia, es habitual que cuando llueve más, hay menos gente caminando por las calles. No es que la lluvia las haga desaparecer, sino que las condiciones climáticas adversas llevan a que menos personas decidan salir a pie.

También te puede interesar: https://razonpublica.com/detector-humo-desorden-informativo-3-las-trampas-la-mente-creemos-lo-creemos/

Esta es la gran diferencia entre correlación y causalidad. La correlación solo nos dice que dos cosas cambian juntas, pero no explica por qué ni cómo están conectadas. La causalidad, en cambio, implica que una variable influye directamente en otra. Si se riega una planta y esta crece, hay una relación de causa y efecto: el agua es lo que permite su crecimiento.

Aunque esta distinción parece obvia en teoría, en la práctica es fácil caer en confusiones, incluso para los expertos. Como ironizaba Thomas Sowell en su extraordinario libro La visión de los ungidos (1995): “Una de las primeras lecciones de estadística es que correlación no implica causalidad. También es una de las primeras que olvidamos”.

Detector de humo: Contra el desorden informativo (16): Cuando dos más dos no son cuatro

Instintos que causan problemas

¿Por qué nos cuesta tanto no ver una causa donde solo hay coincidencia? La respuesta se encuentra en la evolución de nuestro cerebro. Como explica Steven Pinker, nuestra mente no se desarrolló para hacer análisis estadísticos precisos, sino para detectar patrones y establecer conexiones rápidas que aumentaran nuestras probabilidades de supervivencia. 

Un homínido que asociaba instantáneamente un ruido en la maleza con un depredador tenía más chances de seguir con vida que otro que se detenía a considerar todas las posibles causas del sonido.

Ese instinto, que resultó fundamental para la supervivencia de nuestra especie, hoy se ha convertido en un obstáculo cuando intentamos analizar fenómenos con mayor rigor. Daniel Kahneman advierte sobre estos atajos mentales que, aunque útiles en muchas situaciones, pueden traicionarnos porque hacen que nos inclinemos por explicaciones simples del tipo “esto causa aquello”, en un mundo lleno de correlaciones que no siempre significan algo.

Esta confusión aumenta por el sesgo de confirmación (interpretamos la información para reforzar nuestras creencias), la falacia post hoc (asumimos que si un evento ocurre después de otro, el primero lo causó) y nuestra tendencia a simplificar en exceso. No es casualidad que tantos discursos políticos recurran a esta confusión como estrategia persuasiva.

También te puede interesar: https://educalidad.com/educalidad-en-la-semana-de-la-ami

Matices que se borran

Este hábito de simplificar la realidad se manifiesta claramente en debates públicos recientes. Durante las discusiones sobre el aumento del salario mínimo, muchos argumentaron que elevarlo causaría inflación y pérdida de empleos. Pero la realidad es más compleja: factores como el contexto económico global, los costos energéticos y la informalidad laboral también influyen significativamente.

En otro ejemplo, la semana pasada, durante la presentación del nuevo gabinete de Gobierno, se vio cómo el presidente Gustavo Petro asoció el incumplimiento de la reforma agraria con la persistencia de la violencia. Si bien puede existir correlación, no necesariamente hay causalidad directa. La violencia rural también está vinculada a la presencia de grupos armados, la falta de inversión en educación y otros factores.

En su discurso el pasado 21 de febrero en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Washington, el presidente de Argentina, Javier Milei, planteó que los impuestos altos perjudican el crecimiento económico, estableció una relación causal donde solo hay correlación. El bajo crecimiento podría deberse también a la corrupción, la ineficiencia del gasto público o la falta de inversión en sectores clave.

El presentar relaciones complejas de manera simplista, como en estos ejemplos, contribuye directamente al DI, pues fomenta una visión distorsionada de la realidad. Como resultado, se polariza la deliberación, se dificulta la construcción de consensos informados y se entorpece la formulación de políticas que lleven a soluciones efectivas. Esto queda de manifiesto en las normas para prohibir las redes sociales a los menores de edad y el uso de celulares en los colegios.

Detector de humo: Contra el desorden informativo (16): Cuando dos más dos no son cuatro

Prohibido prohibir

En efecto, en los casos de Australia y Brasil, es evidente cómo la confusión entre correlación y causalidad lleva a soluciones que parecen avanzadas, pero en realidad son respuestas anacrónicas a problemas que exigen innovación. Como escribió el exministro de Educación brasileño Cristovam Buarque, son “barcos intentando alcanzar una nave espacial”: atacan síntomas sin abordar el problema de fondo, un sistema escolar obsoleto.

Las medidas prohibicionistas pueden parecer las más lógicas, pero ignoran la complejidad de los fenómenos sociales. Celulares y redes sociales son factores relevantes, pero no los únicos causantes de la crisis de salud mental o bajo rendimiento académico. Estos problemas también derivan de la presión académica, transformaciones familiares, dificultades socioeconómicas, métodos pedagógicos arcaicos y los múltiples desafíos que enfrentan los docentes.

Además, el uso excesivo de dispositivos puede ser, en muchos casos, una consecuencia y no la causa de otras dificultades. Como señala Christian Kieling en su crítica al cautivante libro de moda (Generación ansiosa, de Jonathan Haidt): Los jóvenes con ansiedad o depresión podrían estar buscando refugio en el mundo virtual como una forma de evasión o un síntoma de trastornos mentales subyacentes, lo que sugiere que el problema no radica en la tecnología per se, sino en las condiciones emocionales y sociales que llevan a su uso intensivo.

Centrarse solo en la prohibición es una forma de evitar el verdadero debate sobre la educación y la tecnología. La experiencia internacional ya ofrece lecciones sobre los límites de estas restricciones En 2011, Corea del Sur implementó la llamada “Ley Cinderella”, que impedía a los menores jugar videojuegos en línea entre la medianoche y las 6 de la mañana. El objetivo era combatir la adicción y mejorar el descanso de los adolescentes. Sin embargo, la medida resultó un fracaso: muchos jóvenes encontraron formas de burlar la restricción, como usar identidades falsas para acceder a sus cuentas.

Tras una década de resultados poco concluyentes, la ley fue derogada en 2021. Este caso demuestra que las prohibiciones no solo son difíciles de implementar, sino que suelen quedarse cortas frente a los desafíos de un mundo interconectado y pueden generar efectos contrarios al esperado, al desviar la atención de enfoques más integrales y efectivos.

Más escepticismo, menos certezas fáciles

Prohibir sin abordar las causas profundas, confundiendo correlaciones con causalidades, es como insistir en que dos más dos son veintidós solo porque los números están uno al lado del otro. Esta simplificación, aunque tentadora, nos lleva a conclusiones erróneas que alimentan el DI y dificultan soluciones reales.

La solución no está en demonizar las redes sociales, los celulares o cualquier otra herramienta de la era digital, ni en apresurarnos a aceptar explicaciones que parecen obvias, pero carecen de sustento. Más bien, necesitamos cultivar un escepticismo saludable que nos haga cuestionar las respuestas fáciles y buscar una comprensión más profunda de los problemas. Esto comienza con una alfabetización mediática e informacional sólida: aprender a distinguir hechos de opiniones, a identificar sesgos y a analizar la información con criterio. El sistema escolar, las familias, los gobiernos, los medios y las plataformas digitales tienen un papel protagónico, al enseñar a jóvenes y adultos por igual a leer el mundo con ojos críticos.

Además, debemos repensar cómo integramos la tecnología en nuestra vida diaria y en los sistemas educativos. Preparar a las nuevas generaciones para enfrentar la era digital no significa alejarlas de ella, sino darles las habilidades para manejarla con inteligencia y responsabilidad. Esto requiere docentes capacitados, currículos actualizados y una sociedad comprometida con fomentar el pensamiento crítico por encima de reacciones impulsivas.

Al final, superar el DI depende de nuestra capacidad para abrazar la complejidad sin sentirnos abrumados por ella. Reconocer que los problemas sociales y económicos rara vez tienen una sola causa nos permite avanzar hacia soluciones más efectivas y sostenibles. 

¿Qué tal si optamos por un escepticismo optimista que nos impulse a explorar, a dudar y a aprender, en lugar de aferrarnos a certezas que solo perpetúan el ruido? Si dos más dos no son cuatro, lo mejor es detenernos a contar de nuevo.

*Ph.D. en Ciencia Política de la Universidad de Turín (Italia). Ha sido docente e investigador de temas de comunicación política, periodismo y educación mediática e informacional. Miembro del equipo Educalidad.

Artículo anteriorVentajas y desventajas del mundo digital
Artículo siguienteFundación Ana Restrepo del Corral
Educalidad
Educalidad es un servicio de la Corporación Liderar conformado por un equipo interdisciplinario de profesionales dedicados a contribuir a la construcción de convivencia y paz en la sociedad, empleando la educación escolar como herramienta de transformación cultural y fortaleciendo la relación familia – escuela.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí