«Yo soy mi orgullo más grande»

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Crónica
Proyecto Prensa Escolar
Estudiante de Benposta
Bogotá
2022

Caminaba por las calles más desgastadas y solitarias de la ciudad de Villavicencio. Había llovido toda la mañana y ahora las espesas nubes no dejaban cruzar el sol. Después de salir del colegio, solo pensaba en el queso derretido en mi boca de aquella arepa de queso que hacía mi vecina, pero, para mi desgracia, no tenía lo suficiente para poder comprarla.

Al llegar a casa, mis ánimos fueron decayendo con cada palabra de mi abuela, a quien yo le decía “mamá”, porque me ha criado desde que tengo memoria. Siempre ha sido buena persona y me ha apoyado, pero ella no entiende que cada una de sus palabras llegan a mi corazón como una daga.

– ¿Para qué quiere ir por allá? Ella es su mamá, lo sé. Pero lo único que va a aprender son malas mañas – me dice enojada mientras yo me encojo por la fuerza de su voz. Casi estoy llorando y ella no se da cuenta y continua.

– ¿Quiere ir a allá para aprender a fumar, a tomar o para que, al igual que ella, quede embarazada a los 15 años y no termine su bachillerato? Desde ahora le advierto que, si usted decide ir por allá, se olvida de mí– concluye y se va dejándome sola.

Mi cuerpo cae rendido en esa suave cama en la que disfruto del sueño todas las noches, aunque esta vez hay algo diferente en el espacio. Mi cabeza no para de darle vueltas al tema de mi madre y mi abuela. Quiero demostrarle a mi abuela que puedo ser diferente, que podré llegar a mis quince sin quedar embarazada y terminar mi bachillerato.

– “Esto no es un sueño, es una meta que debo cumplir”, me repetía una y mil veces en mi mente, al punto de quedarme profundamente dormida.

A la mañana siguiente mi madre me levanta con el desayuno servido en la mesa.

– “Levántate mi vida, está listo el desayuno” – dijo con voz poco audible cerca de mi oído, pero bastó para levantarme.

– “Gracias mami, ya voy” – dije, levantándome lentamente de mi cama para tenderla.

Me sentía diferente, era algo inefable, algo mágico que recorría todo mi cuerpo.

Luego de desayunar, me di cuenta que mi vida había dado un giro de 180 grados y que esto realmente me haría bien. Esto lo entendí, cuando al salir del colegio, no iba ensimismada sino pensando en cómo lograr mi meta y llegar a mejorar cada día.

Una tarde escuché a mi madre hablar por teléfono con un tío que estaba en un lugar llamado Benposta.

 – “Ella quiere ir, pero ¿si hay cupos?” – dijo con mucha ilusión.

No supe qué respondió mi tío, sin embargo, la cara de mi madre reflejaba felicidad. Había escuchado mucho sobre este lugar, pero, como no tenía la edad requerida, no había podido ingresar. Ahora que ya la tengo, espero que mi madre me dé la oportunidad de conocer aquel lugar.

Estaba sentada en una mesa de la panadería cuando mi madre confirmó mis sospechas y me llenó de alegría porque era un sueño cumplido. Ella había conseguido un cupo en ese lugar que tanto anhelaba conocer. La abracé y la besé con mucho gusto.

– “Debes hacer una entrevista con la trabajadora social y en unos días estarás allí”- me dijo con admiración.

– “Lo que haya que hacer madre, además, quiero ver a mi tío” – le dije, después de darle una mordida a la empanada de carne que acababa de comprar.

Llegué a Benposta en una tarde soleada del mes de marzo del año 2018. Tenía apenas 13 años y yo solo estaba centrada en salir adelante. Conseguí varios amigos y me fui adaptando poco a poco, y el tiempo en este lugar se pasó muy rápido. Me encantaba leer y escribir, y las personas se dieron cuenta de eso más rápido de lo que me imaginaba. Siempre fui organizada y fue una de las cosas que más me resaltaban en las reuniones. Pasaron los años y estaba a un mes de cumplir mis 15 años. La emoción abarcaba todo mi cuerpo, pero no por la fiesta, ni mucho menos. Estaba así porque una de mis metas estaba a punto de cumplirla: logré llegar a esta edad sin quedar embarazada. Al llegar ese día, lo disfruté y me divertí con mis amigos, con el alivio de haber cumplido mi primera meta.

Hoy estoy en undécimo grado, a pocos meses de graduarme de bachiller y de lograr mi otra meta. Me han resaltado todas mis habilidades y he comprendido que esto no solo lo hice por demostrarle a mi familia que pude ser diferente, sino que me demostré a mí misma mis capacidades como persona. Convencida, yo puedo afirmar que estoy orgullosa de lo que soy hoy.

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