Por: Alvaro Duque Soto*
El 2025 nos depara una intensa actividad electoral: en noviembre comienza el ciclo en Colombia con las consultas internas de los partidos, y nueve países de Latinoamérica celebrarán elecciones. Este escenario anticipa una avalancha de encuestas en medios de comunicación y plataformas sociales con miras a las elecciones legislativas y presidenciales de 2026.

En este contexto, retomamos nuestra serie sobre el desorden informativo (DI) con el fin de profundizar en la lectura crítica de las estadísticas. Para ello, analizaremos las encuestas, pues son un buen ejemplo de los desafíos que plantea el análisis de datos en la era digital, dados su poder e influencia en la opinión pública.
Este artículo presenta un método que he llamado VEDID, como acrónimo de las cinco herramientas que sugiero para analizar encuestas políticas y detectar la manipulación, a fin de discernir entre información confiable y engañosa.
1. Verificación básica de credibilidad
Como hemos dicho, las estadísticas pueden informar o manipular. La clave radica en nuestra capacidad crítica. Por eso la primera pregunta que debemos hacernos ante cualquier estadística es simple: ¿De dónde vienen estos números?
En el caso de las encuestas, no basta con que una empresa se autodenomine “consultora de opinión”. Un análisis riguroso requiere verificar la metodología, el contexto y la credibilidad de quienes la realizan.
Dado que las encuestas reflejan la opinión pública en un momento dado, es fundamental comprender sus limitaciones, considerar los aspectos éticos y distinguir entre precisión técnica y percepción general.
Para interpretar correctamente los resultados de una encuesta, debemos comprender el contexto en que se realizó. Imaginemos una encuesta sobre la aprobación presidencial justo después de un desastre natural o de una situación social crítica como la que se vive hoy en el Catatumbo. Es probable que la aprobación baje o suba por el impacto emocional del evento.
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Además del contexto, la honestidad de la encuesta es crucial. Debemos preguntarnos: ¿Se realizó con rigor científico? ¿Se publicó la ficha técnica con la metodología, el tamaño de la muestra y el margen de error? La transparencia es fundamental para evaluar la credibilidad de los datos.
Finalmente, es importante distinguir entre precisión técnica y percepción pública. Una encuesta puede ser técnicamente precisa, pero si los resultados se comunican de manera confusa o sesgada, se pueden generar interpretaciones erróneas. Por ejemplo, un titular que exagera una diferencia mínima entre candidatos puede distorsionar la percepción del público sobre la contienda electoral.
En definitiva, las encuestas pueden ser manipuladas al modificar sus elementos para obtener ciertas conclusiones. Por ello, al interpretarlas, lo más importante es verificar lo siguiente:
- Su registro oficial ante autoridades competentes: En Colombia, por ejemplo, el Consejo Nacional Electoral (CNE) exige que las encuestadoras estén registradas. Sin embargo, hay medios que publican encuestas de empresas no registradas, lo que viola las normativas y pone en duda su credibilidad.
- Su historial y trayectoria verificable.
- La transparencia sobre el financiamiento del estudio.
- La metodología utilizada: Entre los encuestadores es claro que “todo el mundo hace cocina”, en el sentido de que cada encuestadora realiza ajustes metodológicos necesarios para corregir sesgos. Sin embargo, esta “cocina” debe ser transparente y basada en criterios técnicos, no en manipulaciones.
Cuando alguno de estos elementos falta o es poco claro, hay que encender las alarmas. Las estadísticas sin fuentes verificables son como testimonios anónimos: pueden contener verdad, pero carecen de responsabilidad y credibilidad.
2.Evaluación metodológica: más allá de los porcentajes
Las estadísticas no existen en el vacío. Para comprender su verdadero significado, debemos indagar en la metodología empleada para obtenerlas. Al encontrarnos con una encuesta, es crucial hacernos las siguientes preguntas:
- ¿Cómo se recopilaron los datos? ¿Se realizaron entrevistas telefónicas, encuestas online o cara a cara? El método de recolección puede influir en las respuestas.
- ¿Cuál fue el tamaño de la muestra? Una muestra pequeña puede no ser representativa de la población total.
- ¿Cómo se seleccionaron los participantes? ¿Fue una selección aleatoria o se eligieron personas con características específicas?
- ¿Cuál es el margen de error? Este dato nos indica la precisión de los resultados.
Aunque una encuesta nacional requiere al menos mil entrevistas, la representatividad es aún más importante que el tamaño de la muestra. Una muestra representativa debe reflejar la diversidad en términos de edad, género, nivel socioeconómico, ubicación geográfica y otros factores relevantes. Por ejemplo, no podemos inferir las preferencias de toda una población basándonos solo en un segmento específico, como adultos jóvenes urbanos.
El margen de error también es esencial. Por ejemplo, si una encuesta indica 40 % de aprobación con un margen de error del 3 %, el valor real podría estar entre el 37 % y el 43 %. Este margen, que no es un valor fijo sino que varía según el tamaño de la muestra y la proporción de respuestas, ayuda a calibrar la confianza en los resultados.
3. Detección de sesgos y manipulación
Además de los aspectos metodológicos, las encuestas también pueden estar sujetas a sesgos que distorsionan la comprensión de sus resultados. En este caso, podemos mirar al menos tres niveles susceptibles de manipulación:
- Respuestas: Los encuestados pueden ocultar preferencias (espiral del silencio), dar respuestas socialmente aceptables o deliberadamente engañar.
- Presentación: Los datos pueden ser manipulados visualmente, omitir información relevante o comparar resultados obtenidos con metodologías diferentes.
- Uso: Las encuestas pueden ser utilizadas como herramientas propagandísticas, publicadas en momentos estratégicos o interpretadas de manera sesgada.
4. Interpretación responsable: el contexto es clave
Una interpretación responsable de una encuesta supone ir más allá de los números y considerar su significado en un contexto amplio. Para lograrlo, debemos tener en cuenta los siguientes aspectos:
- Reconocer los intervalos de confianza: Estos intervalos, que reflejan la incertidumbre inherente al muestreo, son esenciales para evitar interpretaciones absolutas. Por ejemplo, si un candidato tiene el 40 % de intención de voto con un intervalo de confianza del ±2 %, su apoyo real podría variar entre el 38 % y el 42 %. Ignorar esta información puede llevar a conclusiones erróneas.
- Identificar cambios significativos frente a la variabilidad natural: Un cambio de dos o tres puntos puede no ser estadísticamente relevante y simplemente reflejar fluctuaciones dentro del margen de error. Es importante distinguir entre variaciones significativas y ruido estadístico.
- Incluir tendencias históricas: Las encuestas son más útiles cuando se analizan como parte de una serie que muestra evoluciones en el tiempo. Esto permite distinguir tendencias sólidas de variaciones temporales.
- Examinar las limitaciones del contexto: Los eventos recientes, como debates o anuncios importantes, pueden alterar los resultados, pero estas variaciones deben ser interpretadas con cautela y contexto. Además, se deben considerar limitaciones metodológicas, como el uso de muestras no probabilísticas que pueden introducir sesgos significativos.
La lectura juiciosa también requiere lo que podríamos llamar un “escepticismo saludable” hacia resultados sorprendentes o inesperados. Por eso se recomienda contrastar estos datos con otras encuestas o fuentes de información para verificar su consistencia y evitar conclusiones precipitadas.
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5. Difusión responsable: El compromiso con la verdad
La difusión de encuestas no solo implica compartir información, sino también un compromiso de las audiencias para comprender los datos de manera crítica. Para lograrlo, los medios de comunicación y los periodistas deben asumir los siguientes compromisos:
- Transparencia total: Todo informe de encuesta debe presentar la ficha técnica completa, incluidos detalles como el tamaño de la muestra, el margen de error, la metodología empleada y las fechas de recolección.
- Claridad visual: Las representaciones gráficas deben ser claras y precisas, para evitar distorsiones que puedan inducir a conclusiones erróneas.
- Contextualización: Es fundamental explicar cómo los datos encajan dentro del panorama electoral, considerando factores externos que puedan influir en las tendencias observadas.
- Combate al sensacionalismo: Los titulares deben evitar simplificaciones excesivas o exageraciones. Fundamental acá que en lugar de sugerir que una encuesta “predice” un resultado, se destaque su función como indicador de tendencias.
- Reflexión sobre la veda informativa: En algunos países, la prohibición de publicar encuestas en los días previos a una elección puede generar vacíos informativos que se llenan con especulación o desinformación. Es importante reflexionar sobre estos impactos para comprender los límites de la información disponible.
Un periodismo responsable también debe alertar a las audiencias sobre los posibles efectos psicológicos de las encuestas, como el efecto bandwagon (la tendencia a apoyar al candidato que se percibe como ganador) o el efecto underdog (la simpatía hacia el candidato que se percibe como perdedor). Estos fenómenos, aunque no siempre se manifiesten, pueden influir en la percepción de los votantes y deben ser abordados con claridad.
Las encuestas como herramientas de empoderamiento ciudadano
Más allá de las coyunturas políticas, las encuestas poseen un potencial transformador: empoderar a la ciudadanía para comprender y participar activamente en el debate público. Aprender a interpretar y difundir estos datos de forma responsable no solo nos protege de la manipulación, sino que también fomenta un diálogo más informado y plural.
La educación mediática en torno a las encuestas, como parte de una estrategia integral contra el DI, permite a las personas cuestionar, analizar y comprender el papel de los datos en la construcción de narrativas políticas. En última instancia, las encuestas deben concebirse como fotografías de una realidad compleja cuyo valor reside en estimular la reflexión crítica antes que en predecir resultados.
Urge combatir el escepticismo hacia las encuestas mediante estrategias pedagógicas que resalten tanto sus capacidades como sus limitaciones. Esto cobra especial relevancia en un contexto donde el abuso de las encuestas por parte de medios y actores políticos puede distorsionar su interpretación. Si aprendemos a analizarlas con rigor y a utilizarlas como punto de partida para una comprensión más profunda de la realidad, estaremos fortaleciendo no solo nuestro conocimiento individual, sino también la calidad del debate democrático.
*Ph.D. en Ciencia Política de la Universidad de Turín (Italia). Ha sido docente e investigador de temas de comunicación política, periodismo y educación mediática e informacional. Miembro del equipo Educalidad.


































