“Hay preguntas que casi nunca nos hacemos en la familia y en la escuela, por lo que su ausencia deja en los niños y adolescentes una sensación de injusticia al quitarles la oportunidad de expresarse y responsabilizarse del error que cometieron. Me estoy refiriendo a las preguntas restaurativas que ayudan a trabajar en contextos de violencias para que los ofensores o infractores puedan reparar el daño y sean seres humanos valiosos”, explica la abogada Isabel Puerta.
En la justicia restaurativa se parte de que todos los seres humanos son imperfectos y por lo tanto se equivocan y fallan. “Si como adultos cometemos errores, a veces errores crasos que no tendríamos por qué estar cometiendo, ya que la experiencia nos permitiría haberlo rebasado, qué no será de nuestros niños y niñas que apenas están en proceso formativo”, se pregunta la experta. Por eso afirma: “cuando vayamos a extender el dedo de la ignominia para señalar a un niño o a una niña que cometió un error, recordemos: imperfecto él, imperfecto yo, así que tengo que guardar ese dedo que señala y acusa, y pensar en otras salidas que no sean las del estigma y el señalamiento”.
Frente a la infracción cometida, lo usual es el castigo e incluso llegar hasta el dictamen de un juez para que defina el futuro del infractor, pero también está la opción de la justicia restaurativa en la familia y en la escuela, porque brinda herramientas a quienes se encuentran en una posición de autoridad como son los padres y los docentes. En las prácticas restaurativas el castigo queda abolido como recurso de formación y corrección.
Para formular preguntas restaurativas, la abogada Puerta recomienda contemplar los siguientes elementos de la justicia restaurativa. El primero son los actores: la víctima, el ofensor, la familia de la víctima, la familia del ofensor y la comunidad lesionada con la violencia del ofensor. El segundo incluye el daño y la necesidad de reparación integral de ese daño. El tercer elemento es la responsabilización del sujeto que al tomar conciencia del daño que le causó al otro o a los bienes del otro, los repara integralmente. El último es la reintegración de los sujetos a ese conglomerado social, llámese familia o escuela, sin señalamientos ni estigmas, porque ya repararon el daño y pueden pasar a ser sujetos activos en las relaciones familiares y escolares.
Las muestras de apreciación y respeto hacia los niños o adolescentes involucrados en algún episodio de violencia son fundamentales en las preguntas restaurativas. “¿Según tu punto de vista, qué fue lo que ocurrió? Preguntas como esta, debe hacerlas siempre el adulto a cada una de las partes involucradas, aunque haya visto lo sucedido, porque cada persona tiene una perspectiva única y valiosa sobre el hecho y debe ser respetada y escuchada”, indica Puerta.
El facilitador o referente de autoridad también debe considerar que los pensamientos influyen en las emociones y que las emociones influencian las acciones. De ahí la necesidad de formular preguntas como: ¿qué pensabas y cómo te sentías en ese momento? ¿Cómo te sientes y qué piensas desde entonces? ¿Cómo te sientes y qué piensas ahora? “Este grupo de preguntas hacen referencia al pasado, el presente y el futuro que se proyecta. Escuchar cómo se han sentido los involucrados en una situación determinada, ayuda a entender las actuaciones de cada uno y entender qué fue lo que pasó”, comenta la experta.
Otro de los focos de trabajo restaurativo se centra en identificar quiénes han sido los afectados y de qué manera, de tal forma que al formular esas preguntas se favorezca la empatía. Isabel Puerta precisa el alcance de la empatía: “significa entender las razones del otro aunque yo no las comparta; y entenderlas significa abrirme a lo que el otro me dice, esté o no en desacuerdo con él; y abrirme ya es una posibilidad de diálogo”.
Como se asume que todas las violencias producen daño y por lo tanto que hay necesidad de repararlo integralmente, en esos encuentros restaurativos, la apreciación de las necesidades individuales son determinantes para que las personas se sientan restauradas. ¿Qué necesitas para poder salir adelante, resolverlo y sentirte mejor? ¿Qué necesitas para que se repare el daño y que todos se sientan bien? Es la víctima la que da el alcance de esa reparación.
Los involucrados en la situación de violencia son los que deben encontrar la forma de resolverla y dar respuesta a las necesidades identificadas. Por lo tanto, hay que preguntar: ¿qué necesitan que pase ahora para que no se vuelva a repetir lo ocurrido? ¿Cómo responder a las necesidades de todos y hacerlo conjuntamente? ¿Qué podemos hacer para resolver la situación?
“Lo más importante de todo es que los niños y adolescentes sean conscientes del error que cometieron y sean capaces de asumir su error no desde la culpa sino de la responsabilización para que reparen el daño y puedan reintegrarse en su comunidad”, concluye la experta Isabel Puerta.