Neuronalmente una emoción no dura más de un minuto; es decir, son fugases las emociones. Pero la práctica cultural hace que lleguemos a perpetuarlas, incluso de generación en generación. La ira, el miedo, la vergüenza y la humillación son las más frecuentes cuando vivimos algún tipo de situación que afecta la convivencia.
Una explosión de emociones nos sucede al enfrentarnos a conflictos y violencias. De cómo las manejemos, dependerá la manera en que nos relacionemos con nosotros mismos y con los demás. “Desde el enfoque restaurativo que trabajamos en Human Parther, decimos que tenemos que aprender a transitar por las emociones, y contraponernos a las prácticas que nos llevan a atornillarnos en las emociones”, afirma el director de Human Parther, Evert Silva.
Evert nos da un ejemplo con la ira. “La ira dura segundos, pero dependiendo de la forma en que hemos aprendido a manejarla, deja de ser biológica y se vuelve cultural. Entonces, si tú tienes ira por 10 años, es porque tienes una cultura que te sostiene esa emoción. Las ideas y los recuerdos se perpetúan y el cerebro suelta la sustancia química que necesita para poder estar en ese estado de ira. Igual aplica para las otras emociones”, comenta Evert.
De acuerdo con la abogada Isabel Puerta, experta en justicia restaurativa, debemos acompañar a nuestros niños y niñas en su aprendizaje sobre el manejo de las emociones para evitar que los conflictos escalen hasta las violencias. “A veces no sabemos leer las emociones de los niños, niñas y adolescentes y a lo que acudimos es a las vías sancionatorias cuando lo que debemos hacer es aprender a manejar los conflictos. Al conflicto no hay que tenerle miedo y no es conveniente decir que vamos a erradicarlo. Como dice Estanislao Zuleta, lo que hay que hacer es tener cada vez mejores conflictos. El conflicto es necesario y deseable en la sociedad porque es un dinamizador de las relaciones”, afirma Isabel.
Podemos aprender de las emociones y volverlas una oportunidad para crecer como seres humanos. Siguiendo con el ejemplo de la ira, esta emoción conlleva la idea de venganza o retribución y aparece como respuesta a un daño considerado injusto. Isabel cita al movimiento de los indignados porque lo que busca es convertir la ira en indignación y la indignación en reivindicación de derechos para los sujetos. El perdón también es una posible contraparte de la ira, siempre y cuando se moderen y cesen los proyectos de venganza del que está sintiendo ira, y siempre y cuando el causante de la ira asuma que es responsable, repudie sus acciones y se arrepienta frente al sujeto al que le ocasionó la ira.
El autorrespeto y el respeto para los otros deben estar siempre presentes. Lo recomendable es que separemos al sujeto del acto que cometió. Podemos reprochar la acción y a la vez proteger la dignidad del sujeto que hizo la acción. Aunque es un comportamiento inaceptable, y así se lo llegamos a manifestar, mantenemos el respeto por ese ser humano que se equivocó, porque recordamos que todos somos seres imperfectos y nos equivocamos.
Evert nos cuenta que dentro de los estudios restaurativos que se vienen haciendo, hay una emoción que parece neutral frente a aquellas que nos desarmonizan o nos ponen en estado de tranquilidad. La sorpresa es la emoción que nos ayuda a transitar de una emoción a la otra y solo necesita de la creatividad para que sea afectiva.
“Pensemos que tuviste un conflicto en la mañana y que sabes que en la tarde volverás a encontrarte con esa persona. Por tu práctica cultural, estás todo el día maquinando cómo te desquitas, para que esa persona no te vuelva a dañar o no te vuelva a ganar, ya que crees que hacer justicia es eso, no dejarte dañar o ganar. Tienes una práctica cultural que te enseñó a atornillarte en la emoción, pero también puedes tener un entorno que te enseñó a buscar formas alternativas para reparar o restaurar. En vez de llegarle a la persona con un listado largo de razones de por qué está equivocada, la sorprendes con algo que le gusta. Así esa persona también sale del estado emocional culturalmente atornillado, entra en la sorpresa y todo lo que traía de ira se le desinfla. La sorpresa nos hace saltar a la siguiente emoción, con la que empezamos a armonizarnos, que es el interés, en este caso, es saber por qué le estás llevando lo que le gusta”, explica Evert.
Para Isabel, la familia y la escuela deben contar con posibles respuestas para cuando aparecen los conflictos y las violencias. La escucha, el empalabramiento, las estructuras de acogida, el reconocimiento, la compasión, el trabajo colaborativo, la capacidad de autocrítica, la justicia restaurativa y la literatura son algunas de ellas.
“La sorpresa, el arte y las técnicas de serenidad ayudan mucho”, dice Evert. Por eso, para él, no es gratuito que hoy en día tengamos colegios que enseñan a los estudiantes yoga y mindfulness o también llamado atención plena o consciencia plena, porque nos desatornilla de esa práctica cultural que nos hace perpetuarnos en algo que biológicamente dura segundos.
“No debemos perpetuarnos en una emoción, debemos aprender a transitar por ella: vivirla en plenitud, reconocerla, comprenderla, responsabilizarnos de ella y transformarla en una oportunidad para armonizarnos, y la emoción que nos puede ayudar es la sorpresa”, concluye Evert.