¿Por qué la paz tiene forma de círculo? Simbólicamente la paz podría tener cualquier forma. Pero el círculo contiene una serie de cualidades para la construcción de paz que Kay Pranis destaca. Ella es una reconocida jurista estadounidense y promotora de los círculos de paz en el mundo. Según Kay, todos somos iguales en los círculos de paz. “El círculo es un proceso de diálogo estructurado que le permite a cada participante la oportunidad de hablar y alienta la escucha atenta y la comunicación de la verdad individual”, asegura.
Gracias a nuestro aliado Human Partner, en esta ocasión tenemos la posibilidad de contarles acerca de los círculos de paz, que constituyen toda una propuesta restaurativa y cambio de paradigma en la forma en que abordamos las relaciones humanas, los conflictos y la convivencia.
En el marco de la visita de Kay Pranis a Colombia, el pasado lunes 30 de octubre escuchamos su conferencia «Construcción de vínculos y prevención de la violencia a través de los Círculos de Paz».
Para aproximarnos a la propuesta de Kay, vamos a presentarles a continuación, algunas generalidades y seis de las cualidades de los círculos de paz.
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Importancia de los círculos de paz
Los círculos de paz son una apuesta por la construcción de espacios de diálogo, reflexión y manifestación de emociones. Kay resalta la potencia de los círculos al manifestar que “los círculos de paz son muy efectivos en términos de construcción de sabiduría colectiva, si crean una atmósfera genuina de igualdad, oportunidad y dignidad”. Cada participante tiene siempre algo valioso que aportar a sí mismo y a las demás personas.
¿Cómo funciona el círculo de paz?
Cuando se trabaja en grupos, la figura del círculo permite a sus integrantes observarse en su totalidad y sin obstáculo alguno, en un verdadero acto de presencia y valor de quienes hacen parte.
Una de las principales contribuciones de los círculos de paz es forjar relaciones positivas que inciden en la regulación emocional, consigo mismo y con los demás. En los círculos todos pueden participar, escuchar y ser escuchados. Se trabaja con las individualidades tanto como con el sentido de lo colectivo para la convivencia.
Para Kay, el ejercicio del círculo de paz permite que la palabra sea nuevamente valorada. Antes que nada, los participantes se sientan en un círculo con el centro vacío. Hay un objeto dador de la palabra que regula la participación. Las personas que participan solo pueden hablar cuando sostienen el objeto de la palabra y nadie es interrumpido cuando habla.
Es en la conversación con los otros donde inicia todo. Es un proceso de conocimiento y aprendizaje que se da en dos vías: por una parte, conocerse a sí mismo, y por la otra, a los demás. Los participantes acuerdan valores compartidos antes de realizar cualquier tipo de trabajo en conjunto. Son ellos mismos quienes trabajan en la construcción de relaciones antes de completar cualquier tarea.
Los círculos de paz son un proceso
Para Kay, “las relaciones positivas crean seguridad emocional. Cuando una comunidad se construye en relaciones saludables, las personas que la conforman tienen una alta motivación de no hacer daño y repararlo si ocurre”. Es un ejercicio desde la confianza y nutre la comunicación y la empatía al mismo tiempo que honra la unicidad de cada participante, afirma Kay.
No es posible realizar un círculo de paz sin verlo como un ejercicio que demanda persistencia y continuidad con quienes se desarrolla. Aunque Kay reconoce que los círculos pueden hacerse como parte de un primer acercamiento entre comunidades con lazos de confianza no tan sólidos, sí es necesario darle la magnitud al proceso, pues la confianza no se puede forzar. Es una construcción que implica la cotidianidad y la convivencia.
Los círculos de paz son expresión
En los círculos se puede manifestar desde las emociones difíciles como la ira, el dolor y el miedo, como también puede ser amor, esperanza y felicidad. Toda una paradoja según Kay. Cada una de las personas que son parte del círculo pueden expresar su verdad, siempre y cuando no asuma que es la verdad para las demás del círculo. Para Kay es importante respetar el relato individual, pero con límites en las demás personas.
Lo sanador se encuentra en los círculos de paz, pues ofrecer un espacio libre de prejuicios y permeado de confianza permite a las personas ser genuinas. Pueden expresarse emocionalmente, manifestar sensaciones, sentires y dolores bajo una cobija de cuidado.
Los círculos de paz dignifican
Kay Pranis destaca que los círculos de paz son una práctica que nutre la convivencia, pues todas las personas que están en él son iguales. La presencia de cada uno es valiosa. Nadie en el círculo es más importante que otro. Todos tienen su valía. Todos tienen algo que aportar. Siempre desde el cuidado para construir una cultura de convivencia.
Los círculos de paz son democráticos
Para Kay, no hay mejor demostración de la democracia radical que los círculos de paz. “El círculo invita a la discusión de todo lo que tiene sentido y significado de alto valor para las personas que participan, permite la expresión de las emociones, así como de espíritu y de cuerpo”.
Es posible que haya disensos, diferencias y disonancias, pero nunca las mayorías se imponen sobre las minorías, comenta Kay.
Para Kay todos los intereses deben ser escuchados y puestos en consideración, así como las necesidades individuales y colectivas. Todo en un sano equilibrio. No pueden existir autoritarismos que deleguen o silencien a los otros participantes.
Los círculos de paz son escucha profunda
Los círculos de paz sirven para hacer un alto en el camino. Según Kay, “nos permite tomar una pausa, escuchar nuestra voz interna; y al mismo tiempo, nos permite escuchar las voces de las otras personas”. El frenesí del día a día deja a las personas obcecadas, incapaces de reflexionar o sentir sus emociones abiertamente. Por eso, en los círculos el ritmo es otro. Hay tiempo para la escucha activa y empática. Para escuchar a los demás y escucharme a mí mismo.
El ritmo y el tono del círculo nos alienta a indagar dentro de nosotros mismos el sentido de nuestras vidas. Indagar por la propia vida es algo que debe cobrar mayor valor, concluye Kay.