Hablar de lo que está sucediendo en el Catatumbo hoy es una tarea urgente para el país y para los educadores, pero no es suficiente. Por décadas, se han hecho diagnósticos y se han estudiado las difíciles situaciones que se configuran en ese territorio, para que cada cierto tiempo se tiña su majestuosidad paisajística de muerte y desolación, convirtiéndose en un escenario cruento de guerra.
Por eso, estas palabras no pretenden ser un análisis más de lo que hoy sucede; busca, desde la preocupación de un programa de educadores como la Licenciatura en Ciencias Sociales, visibilizar la situación de maestros y maestras que han tenido que salir, una vez más, escoltados del territorio, para que su vida y la de sus familias sean respetadas.
No es la primera vez que pasa esta situación en este país, también lo sabemos. Históricamente, la escuela ha sido blanco de intimidación y los profesores catalogados, muchas veces, como objetivo militar por uno u otro grupo. De primera mano hemos conocido los testimonios de maestros sobre las difíciles condiciones en que tienen que ejercer su labor, colocando, muchas veces, su propia vida en riesgo.
En los procesos de visitas a territorio de la licenciatura, que busca acompañar a nuestros futuros maestros en sus lugares de trabajo, hemos podido constatar que, en este país, la realidad supera la ficción, y los profesores de las periferias enfrentan con valentía y coraje la tarea de educar en un país que a veces pareciera dudar del papel de la educación para construir paz.
Por eso, extendemos nuestro mensaje de apoyo a los profesores del territorio, a los niños y niñas que se ven directamente afectados en toda esta situación, a las familias desplazadas, en este nuevo repertorio de violencia que vuelve y ataca a la escuela.
